quarta-feira, 15 de setembro de 2010

Cerimonia del Sol - Espanhol

CEREMONIA DEL SOL

Hola Sol …!
Otra vez sin anunciarte llegas a visitarnos. Otra vez en tu larga caminata desde el comienzo de
la vida.Hola Sol…!
Con tu panza cargada de oro hirviendo para repartirlo generoso por villas y caseríos, capillas
campesinas, valles, bosques, ríos o pueblitos olvidados.

Hola Sol…! Nadie ignora que perteneces a todos, pero que prefieres dar tu calor a los más
necesitados, los que precisan de tu luz para iluminar sus casitas de chapa, los que reciben de tí
la energía para afrontar el trabajo, los que piden a Dios que nunca les faltes, para enriquecer
sus plantíos, y lograr sus cosechas.
Es que vos, Sol, sos el pan dorado de la mesa de los pobres.

Desde mis terrazas te veo llegar cada tarde como un aro de fuego rodando a través de los
años, puntual, infaltable, animando mi filosofía desde el día que soñé con levantar Casapueblo
y puse entre las rocas mi primer ladrillo.

Recuerdo que era un día inflamado de tormenta, el mar había sustituido el azul por un color
grisáceo empavonado, en el horizonte un velero escorado afinaba el rumbo para saltear la
tempestad, el cielo se llenaba de graznidos de cuervos en huida, la sierra se peinaba con la
ventolera alborotando a la comadreja y al conejo.

Pero de golpe como un anuncio sobrenatural el cielo se perforó y apareciste vos. Eras un sol
nítido y redondo, perfecto y delineado, puesto sobre el escenario de mi iniciación con la fuerza
sagrada de un vitreaux de iglesia.

Desde ese instante sentí que Dios habitaba en ti, que en tu fragua derretía la fe y que por
medio de tus rayos la transmitía por todos los sitios donde transitabas.

Los mismos brazos de oro que al desperezarte iluminan el cielo, al estirarse a los costados
entibian las sierras, o apuntando hacia abajo laminan el mar.

Hola Sol…! Cómo me gustaría haber compartido tu largo trayecto regalando luz, porque a tu
paso acariciaste la vida de mil pueblos, compartiste sus alegrías y tristezas, conociste la guerra
y la paz, impulsaste la oración y el trabajo, acompañaste la libertad e hiciste menos dura la
oscuridad de los presidios.

A tu paso sol, se adormecen los lagartos, despiertan los girasoles y los gallos cacarean. Se
relamen los gatos vagabundos, los perros guitarrean, y el topo se encandila al salir de la cueva.

A tu paso sol, hay sudor en la frente del obrero y en los cuerpos de las mujeres cobrizas que
alcanzan el cántaro de la favela. Con tus latidos conmueves el mar, das música a la siembra, la
usina y el mercado.

A tu paso corrieron en estampida búfalos y antílopes, desperezó el león, se asombró la jirafa,
se deslizó la serpiente y voló la mariposa. A tu paso cantó la calandria, despegó el aguilucho,
despertó el murciélago y emigró el albatros.

Hola Sol…! Gracias por volver a animar mi vida de artista. Porque hiciste menos sola mi
soledad. Es que me he acostumbrado a tu compañía y si no te tengo, te busco por donde
quiera que estés.

Por eso te reencontré en la Polinesia, cuando te coronaron rey de los archipiélagos de
nácar y los arrecifes dentellados de coral, o también en Africa, cuando dabas impulso a sus
revoluciones libertarias y te reflejabas en el espejo de sus escudos tribales para inyectarles
coraje.

Te estoy mirando y veo que no has cambiado, que sos el mismo sol que reverenciaron los
aztecas, el mismo de mi peregrinaje pintando por América, el que envolvió la Amazonia
misteriosa y secreta, el que me alumbró los caminos al Machupichu sagrado del Perú, el de los
valles patagónicos o los territorios del Sioux o del comanche.

El mismo sol que me llevó a Borneo, Sumatra, Bali, las islas musicales o los quemantes arenales
del Sahara.A diferencia del relámpago que apenas proyecta en la noche latigazos de luz, desde
tu reinado planetario, tus destellos continúan activos, permanentes.Alguna vez la travesura de
las nubes oculta tu esplendor, pero cuando ello ocurre, sabemos que estás ahí, jugando a las
escondidas.

Otras veces, en cambio, te vemos sonreír cuando las golondrinas o las gaviotas te usan de
papel para escribir las frases de su vuelo.
Gracias Sol, por invadir la intimidad de mi atardecer y zambullirte en mis aguas.Ahora serás la
luz de los peces y su secreto universo submarino. También de los fantasmas que habitan en el
vientre de los barcos hundidos en trágicos naufragios.

Gracias Sol…! Por regalarnos esta ceremonia amarilla. Gracias por dejar mis paredes
blancas impregnadas de tu fosforescencia.Entre ventoleras y borrascas, cruzando ciclones y
tempestades, lluvias o tornados, pudiste llegar hasta aquí para irte silenciosamente frente a
nuestros ojos.

Porque tu misión es partir a iluminar otros sitios. Labradores, estibadores, pescadores te
esperan en otras regiones donde la noche desaparecerá con tu llegada.Y como respondiendo a
un timbre mágico despertarás las ciudades, irás junto a los niños a la escuela, pondrás en vuelo
la felicidad de los pájaros, llamarás a misa.

A tu llegada, se animará el andamio con sus obreros, cantarán los pregoneros en las ferias, la
orilla del río se llenará de lavanderas y entrará la alegría por la banderola de los hospitales.

Chau Sol…! Cuando en un instante te vayas del todo, morirá la tarde. La nostalgia se apoderará
de mí y la oscuridad entrará en Casapueblo. La oscuridad, con su apetito insaciable penetrando
por debajo de mis puertas, a través de las ventanas o por cuanta rendija encuentre para
filtrarse en mi atelier, abriéndole cancha a las mariposas nocturnas.

Chau Sol…! Te quiero mucho…Cuando era niño quería alcanzarte con mi barrilete. Ahora que
soy viejo, sólo me resigno a saludarte mientras la tarde bosteza por tu boca de mimbre.

Chau Sol…! Gracias por provocarnos una lágrima, al pensar que iluminaste también la vida de
nuestros abuelos, de nuestros padres y la de todos los seres queridos que ya no están junto a
nosotros, pero que te siguen disfrutando desde otra altura.

Adiós Sol…! Mañana te espero otra vez. Casapueblo es tu casa, por eso todos la llaman la casa
del sol. El sol de mi vida de artista. El sol de mi soledad. Es que me siento millonario en soles,
que guardo en la alcancía del horizonte

Carlos Páez Vilaró

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